Las bondades de la energía nuclear son ya muerte y contaminación permanente. El artículo sobre la fábrica de uranio de Andújar en Andalucia es un claro exponente de lo barata que resulta la vida del obrero. Y también la dejación de políticos, de sindicatos que no avisan del peligro de ciertos trabajos, de la falta de coraje de todos-as nosotros-as muchas veces por hacer trabajos que no se deben hacer...
A José Soto se le murió el 4 de septiembre otro amigo, Gabino, con quien trabajó en la fábrica de uranio de Andújar (FUA), de titularidad pública. De la plantilla inicial, compuesta por 126 empleados, apenas quedan 20 vivos. El cáncer ha exterminado a la mayoría de los que manipularon durante años el metal sin apenas medidas de protección: gastaban mascarillas de papel, depositaban la comida sobre los bidones de residuos radiactivos y lavaban en casa la ropa de faena. La supervivientes piden que se les reconozca la enfermedad profesional antes de que la metástasis acabe con todos.
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La exposición al uranio a la que estuvieron expuestos los trabajadores de la FUA es de libro, en opinión del profesor e historiador Juan Antonio Muñoz, que realiza un estudio sobre los lugares del sur de España en los que ha habido, y hay, contaminación nuclear. Según este experto, persiste una considerable actividad radiactiva en Andújar. Muñoz destaca la proximidad del Guadalquivir de la zona en la que la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) enterró el uranio tras el desmantelamiento de la fábrica en 1995. Y advierte de que el subsuelo permeable facilita la filtración del uranio al cauce público del principal río andaluz.